Una de las cosas que más me impresionaron de China fue la
gran actividad, tanto de día como de noche, que se desarrollaba en los parques,
siempre llenos de vida y personas de todas las edades realizando actividades de
lo más diverso. Entre todos recuerdo con gran afecto el parque Renmin de
Guangzhou, una de las pequeñas sorpresas inesperadas del viaje.
Habíamos estado gran parte de la tarde en la calle Beijing,
una de las más históricas y concurridas de la ciudad, donde se concentra gran
parte del comercio y se descubre el verdadero consumismo que mueve a la actual
sociedad china. Mareados de tanta luz y sonido nos fuimos a cenar algo,
disfrutando de camino con las viejas calzadas cantonesas, excavadas y
bellamente exhibidas, que se superponían en una sucesión de siglos cubriendo el
pasado y ocultas durante siglos a los ojos de los actuales viandantes.