En el Japón salvaje

29 julio 2013

La primera imagen que guardo de Japón quedó grabada a fuego en mi memoria, dado que tuve el supremo honor de que un extranjero en la tierra de los dioses fuese recibido ni más ni menos que por el mismísimo monte Fuji. Momento único en mi vida, pensé, nuestro idilio no podía tener mejor comienzo. Sin embargo, como si de un aniversario se tratara, la vida y el país del sol naciente me deparaban una nueva sorpresa.

El sabor de la primera cita volvía estar presente en el ambiente; los ingredientes bien dispuestos, mucho cansancio con algo de sueño y el astro rey ya desayunado, sin olvidar una pizca de fortuna. Faltaba poco para el aterrizaje cuándo una vez más se mostró ante mí. Perfil contundente, porte inigualable, símbolo de un país. El monte Fuji no sólo me daba la bienvenida sino que además actuaba de panacea, haciéndome olvidar el largo viaje e iluminando la ilusión latente.


Horas después un nuevo vuelo nos acercaba a la cara más desconocida de este país, la isla de Hokkaido, que durante más de medio año viste de blanco hasta que se deja seducir por la primavera y se descubre en el verano, mostrando su piel de bellos tonos verdes salpicados por notas marrones. Algunos de los parajes más bellos del país nos esperaban, sin saber acertadamente por dónde comenzar entre la inmensidad de montañas, lagos, bosques, ríos, mares y por supuesto volcanes, que se nos ofrecían, hogar todos ellos de la fauna más variopinta, destacando el feroz oso y el astuto zorro, de los que hemos podido ser testigos.


Respecto a la presencia de nuestros similares en estos territorios fue la tribu de los Ainu (a más de uno le dejaran cierto regusto a nativos americanos) quienes los dominaron hasta hace poco más de un siglo, cuando la modernización tomó las riendas del país. Desde entonces una suerte de cuadrículas de acero y hormigón han ido llenando paulatinamente la vastedad de la isla, aunque afortunadamente son bastante pocas, siendo mucho más frecuentes los diminutos pueblos y desperdigadas granjas.


En poco más de una semana hemos tenido tiempo para disfrutarla y conocerla. Cada día un nuevo reto, grandes descubrimientos y un sinfín de oportunidades a nuestro alcance. Coronamos el pico más alto, el volcán Asahidake; visitamos el denominado por los Ainu como "fin del mundo", la península de Shiretoko, uno de los puntos más inexplorados de Japón desde donde las islas Kuriles han tenido a bien aparecer ante nosotros; sus aguas termales han recuperado nuestros cuerpos, el espíritu de sus gentes nuestras almas.


Sin duda aquí he encontrado una cara desconocida de este país que amplia y enriquece la imagen que tenía de él, aunque aún tardaré algún tiempo en descifrar todo lo que me está aportando e implementarlo como se merece en mi experiencia nipona. Con los días que nos quedan aún en esta zona, espero poder terminar de darle forma y poder así transmitiros toda la energía que emana de un lugar llamado Hokkaido.






2 comentarios :

  1. Pero que buena pinta tiene Hokkaido :D

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  2. Si que la tiene Pau, estamos disfrutando pero que muy bien de las bondades que ofrece. Una opción muy recomendable para aquellos que ya conozcan el Japón más popular :)

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