Pedaleando por la llanura de Kibi

29 marzo 2012

Con la llegada de nuevo del calor los campos comienzan a dorarse al brillo del sol mientras los árboles, paradójicamente, recuperan su abrigo perdido meses antes y el ambiente se vuelve a llenar de aromas que, con perdón de los alérgicos, nos regalan el olfato y en más de una ocasión nos trasportan en el tiempo y el espacio. Los días se van prorrogando paulatinamente, invitándonos a salir y disfrutar del mundo que nos rodea. Los parques se llenan de chiquillos casi a la misma velocidad que se empiezan a abrir las terrazas, vuelven los picnic, el paseo y la ruta en bicicleta; vuelve la primavera recordándome días pasados que se equivocaron de estación.  

Uno de esos días tuvo lugar hace algo más de un año, durante el invierno japonés que nos concedía algo de tregua en una jornada campestre que, por lo inusual de la misma, recuerdo con especial cariño. Tras la decepción inicial de la visita a Himeji y al andamiaje de su castillo, volvimos a Okayama para coger un tren local que tras un corto trayecto nos dejó en la estación de Bizen Ichinomiya. Íbamos a visitar la llanura de Kibi, repleta de campos de arroz, salteada con templos y demás sitios curiosos y rodeada enteramente por montes como manda la orografía del país.

Ruta en bicicleta por la llanura de Kibi
Entrada al templo Kibitsuhiko en la llanura de Kibi

Lo primero que hicimos fue alquilar un par de bicicletas en un viejo garaje bajo las vías, regentado por un octogenario señor que no paró de sonreír y hablarnos con gran entusiasmo durante más de un cuarto de hora mientras nosotros, que no entendíamos nada de lo que decía, no parábamos de hacer reverencias. Tras todo este trámite nos entregó nuestras monturas, algo gastadas, aunque suficientes para las exigencias del camino. Con la emoción inicial y cerca de 15 kilómetros por delante, aceleramos tanto el ritmo que pasamos por alto el primer templo del camino (Kibitsuhiko), por lo que casi tuvimos que retomar la ruta desde el principio, aunque no supuso demasiado esfuerzo. Entre risas, y con paso relajado, fuimos atravesando los campos, ennegrecidos por el fuego reparador a la espera de una nueva siembra, surcando pequeños canales, cruzando varias villas y descubriendo viejos cementerios y pequeños altares a lo largo del trayecto con los graznidos de los cuervos de fondo.  





De las visitas que se pueden realizar lo que más llama la atención es la variedad. A medio camino nos encontramos con el templo más significativo de la ruta, dedicado a un guerrero que derrotó a un bandido (algunos dicen que demonio) local llamado Ura y en el que se piensa puede estar inspirada parte de la leyenda de Momotaro, el niño melocotón, tan querido en toda la región. Algunos kilómetros más adelante hicimos un alto para ascender a uno de los Kofun (traducido como tumba o túmulo antiguo) más grandes de Japón, que data del siglo V. El esfuerzo empleado quedó compensado por las excepcionales vistas que pudimos disfrutar. En tan idílico momento y esperando no atormentar al rey sumido en el sueño eterno que descansaba a escasos metros, aprovechamos para comer nuestro bento (una especie de tartera) y recuperar fuerzas. La recta final hasta alcanzar Soja quedó amenizada por una bella pagoda de cinco alturas que se divisaba desde la lejanía y una vieja destilería de sake.  

Ruta en bicicleta por la llanura de Kibi


Aunque nos perdimos más de una vez siempre logramos encontrar de nuevo la ruta, pero a veces tuvimos que improvisar. Me sorprendió sobremanera que todos los nipones con los que nos cruzamos nos saludasen con un sonoro "Konichiwa" seguido de su correspondiente reverencia. Si no hubiese sido por el idioma hasta podría haber pensado que estaba en plena Alcarria. Está claro que hay costumbres que son universales y no entienden de raza o país.  

De este modo proseguí mi descubrir del Japón sintiendo más cerca su latir, encontrándome con su faceta rural y adentrándome en sus costumbres e historia, pues no debemos olvidar que los nipones siempre se han entregado en cuerpo y alma a la tierra y la naturaleza, venerándolos como auténticos dioses en muchos casos. La experiencia no pudo ser más satisfactoria por no decir única y altamente recomendable a todos aquellos que tengan ocasión. Es uno de los grandes momentos del viaje que nunca olvidaremos.  

Espero que hayáis disfrutado de esta pequeña aventura.

Ruta en bicicleta por la llanura de Kibi
Esquema de la ruta (imagen extraída de Japan-guide.com)

Consagrando un coche en la ruta en bicicleta por la llanura de Kibi
Consagrando un coche en uno de los templos de la ruta

En bicicleta por la llanura de Kibi
En medio de la llanura de Kibi

Vistas de la llanura de Kibi desde la tumba Kofun
Vistas de la llanura de Kibi desde la tumba Kofun



Ver mapa más grande                           La tumba Kofun


Pagoda en la ruta en bicicleta por la llanura de Kibi



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