Uno de esos días tuvo lugar hace algo más de un año, durante
el invierno japonés que nos concedía algo de tregua en una jornada campestre
que, por lo inusual de la misma, recuerdo con especial cariño. Tras la
decepción inicial de la visita a Himeji y al andamiaje de su castillo, volvimos
a Okayama para coger un tren local que tras un corto trayecto nos dejó en la
estación de Bizen Ichinomiya. Íbamos a visitar la llanura de Kibi, repleta de
campos de arroz, salteada con templos y demás sitios curiosos y rodeada
enteramente por montes como manda la orografía del país.
Entrada al templo Kibitsuhiko en la llanura de Kibi |
Lo primero que hicimos fue alquilar un par de bicicletas en un viejo garaje bajo las vías, regentado por un octogenario señor que no paró de sonreír y hablarnos con gran entusiasmo durante más de un cuarto de hora mientras nosotros, que no entendíamos nada de lo que decía, no parábamos de hacer reverencias. Tras todo este trámite nos entregó nuestras monturas, algo gastadas, aunque suficientes para las exigencias del camino. Con la emoción inicial y cerca de
De las visitas que se pueden realizar lo que más llama la atención es la variedad. A medio camino nos encontramos con el templo más significativo de la ruta, dedicado a un guerrero que derrotó a un bandido (algunos dicen que demonio) local llamado Ura y en el que se piensa puede estar inspirada parte de la leyenda de Momotaro, el niño melocotón, tan querido en toda la región. Algunos kilómetros más adelante hicimos un alto para ascender a uno de los Kofun (traducido como tumba o túmulo antiguo) más grandes de Japón, que data del siglo V. El esfuerzo empleado quedó compensado por las excepcionales vistas que pudimos disfrutar. En tan idílico momento y esperando no atormentar al rey sumido en el sueño eterno que descansaba a escasos metros, aprovechamos para comer nuestro bento (una especie de tartera) y recuperar fuerzas. La recta final hasta alcanzar Soja quedó amenizada por una bella pagoda de cinco alturas que se divisaba desde la lejanía y una vieja destilería de sake.
Aunque nos perdimos más de una vez siempre logramos
encontrar de nuevo la ruta, pero a veces tuvimos que improvisar. Me sorprendió
sobremanera que todos los nipones con los que nos cruzamos nos saludasen con un
sonoro "Konichiwa" seguido de su correspondiente reverencia. Si no
hubiese sido por el idioma hasta podría haber pensado que estaba en plena
Alcarria. Está claro que hay costumbres que son universales y no entienden de
raza o país.
De este modo proseguí mi descubrir del Japón sintiendo más
cerca su latir, encontrándome con su faceta rural y adentrándome en sus
costumbres e historia, pues no debemos olvidar que los nipones siempre se han
entregado en cuerpo y alma a la tierra y la naturaleza, venerándolos como
auténticos dioses en muchos casos. La experiencia no pudo ser más satisfactoria
por no decir única y altamente recomendable a todos aquellos que tengan
ocasión. Es uno de los grandes momentos del viaje que nunca olvidaremos.
Espero que hayáis disfrutado de esta pequeña aventura.
Esquema de la ruta (imagen extraída de Japan-guide.com) |
Consagrando un coche en uno de los templos de la ruta |
En medio de la llanura de Kibi |
Vistas de la llanura de Kibi desde la tumba Kofun |
Ver mapa más grande La tumba Kofun
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