Cuando el desastre me persigue

Puede sonar a risa, pero así es. De nuevo la fatalidad se cruza en mi camino, de nuevo estando de viaje y, para no faltar a la tradición, de nuevo mientras estaba en el cuarto de baño. Todo empieza con unos golpes en la puerta mientras de lejos escucho – “¡Rodri sal! Chicos no es broma, hay fuego en el edificio”. Apuro como puedo y salgo corriendo, el salón huele a chamusquina y todos están recogiendo las maletas. Meto todo lo que puedo y salgo al pasillo. La dueña del hostal nos cuenta que el fuego se ha originado en el piso de al lado.

Al abrir la puerta veo mucho humo y les digo a mis compañeros que se tapen bien la boca y bajemos corriendo por las escaleras. Por fin llegamos abajo, los bomberos ya están allí y la policía no tarda en llegar.

Media hora después parece que ya lo tienen controlado y nos dejan volver a subir. Por las escaleras chorrea agua negra y nuestro piso se empieza a empapar. Primero nos quedamos sin agua y al cabo de un tiempo también sin luz. Alumbrados por unas velas cenamos unos bocadillos mientras nos informan de que el incendio se ha extendido al piso superior.

Desde la escalera de incendios vemos como al fin consiguen controlarlo y asegurarse de que no hay peligro. Nosotros nos vemos obligados a cambiarnos a otro hostal cerca del nuestro.

Al volver por la mañana había luz, pero no agua. Con la esperanza de que vuelva nos vamos de excursión a Sigulda, aunque a nuestro regreso de noche seguimos sin líquido elemento. Conclusión, nos despedimos del albergue y batimos el récord de conocer tres alojamientos diferentes en la misma ciudad (Riga) en tres días.

Esta vez ha sido más batallita que otra cosa, aun así me tendré que plantear mi suerte en los viajes, que no deja de ser poca, pues aunque el peligro se empeña en acompañarme por ahora lo consigo esquivar. Me pregunto cuál será la próxima.