En Estocolmo no hace frío

Nueva aventura, nuevo viaje y nuevo país. Llevaba mucho tiempo con ganas de conocer el norte de Europa y por fin ha llegado la ocasión. Al lado de mis amigos galenos y después de un viaje largo y bastante incomodo aterrizábamos en esta mítica tierra, antigua cuna de vikingos, grandes comerciantes y férreos guerreros, origen de leyendas y país de realidades.

Vistas de Estocolmo

Tras conocer las grandes extensiones boscosas de camino a la capital, conseguimos llegar a Estocolmo al anochecer. Llegada al albergue, cena rápida, un par de cervecitas del lugar (que no falten) y nos lanzamos a conocer la ciudad. Desde ese momento y hasta ahora no hemos dejado de descubrir nuevos rincones y aprender algunas cosas. Entre muchas me quedo sin duda con el imponente navío Vasa del siglo XVII que tras hundirse el mismo día que fue botado se recuperó 333 años después en un estado de conservación excepcional para ser restaurado y posteriormente expuesto. Mi imaginación no ha podido menos que volar a aquellos días en que los puertos estaban llenos de semejantes barcos, los cañones tronaban en alta mar y la bandera pirata inspiraba temor. Una auténtica maravilla.

Frente al navio Vasa

Destacar también el casco antiguo con sus casas tradicionales e iglesias de ladrillo y el palacio real, o en una isla vecina el museo al aire libre de casas regionales, en el que no faltaban animales varios y paseos en carro; nos hemos sentido como niños, aunque también ayuda el que estuviese lleno de ellos.

Respecto a la gente, en general amables, con buen manejo del inglés y rubias de ojos azules que quitan el sentido. No me extraña que las películas de Ingmar Bergman tuvieran éxito.

Mañana de nuevo en ruta. A las 5 de la tarde cogemos un ferry que nos llevara hasta Helsinki. Espero que allí el sol que por ahora nos acompaña no deje de brillar.