Se presenta difícil la tarea que me dispongo a cometer, pues
resumir en unas cuantas líneas todo lo acontecido a lo largo de este año que
termina es tarea ardua, aunque, no lo negare, también muy placentera. Hecho lavista atrás y me encuentro a un muchacho pegado a una mesa, con la vista
cansada de tanto estudiar, pensando en lo que se le venía encima, sin poder
siquiera imaginar la magnitud y el impacto real que tendría en su vida.
Responsabilidades, oportunidades, diversión, sorpresas, libertad, amistades,
cosas que podrían ser, otras que quizá nunca serían..., muchas eran las ideas
que rondaban mi cabeza hace doce meses.
Los comienzos fueron duros, aunque es normal cuando estas en
la recta final de una carrera y te has guardado el resto para sacarlo justo en
ese momento. Menos mal que la proximidad de mi gran homenaje tras el MIR, que
no era otro que mi anhelado viaje al país del sol naciente con casi el mismo
recorrido de planificación que dicho examen, endulzaba esta situación y me daba
fuerzas para seguir adelante. Llegó el día clave, uno de esos pocos días en la
vida en los que el futuro está en tus manos y no puedes dejarlo escapar. Toda
una cita con el destino. Superada la prueba, con los nervios aún a flor de piel
y la digestión a medio hacer, me encontraba preparando la maleta y
despidiéndome de familiares y amigos. Empezaba lo bueno.
Sobrevolando el monte Fuji me tuve que pellizcar un par de
veces hasta darme cuenta de que estaba despierto y cumpliendo un viejo sueño de
juventud que pensé nunca llegaría. No era un espejismo ni el fruto de vagas
ilusiones, era real. El mayor gigante nipón nos daba la bienvenida al país de
los dioses, el mito y el rito. Desde ese momento y en las semanas que siguieron
no deje de gozar un solo instante, excepto por la amargura y sufrimiento que el terremoto causó. Subimos montañas, descansamos en templos, conquistamos
volcanes, cruzamos el mar interior, visitamos castillos, exploramos bosques, recreamos
batallas, sobrevivimos a la nieve, degustamos su cocina y paladeamos la cultura,
compartimos licor y amistad, nos unimos en la tragedia. Sin equivocarme puedo
afirmar que es, y probablemente siempre sea, el viaje de mi vida.
Vuelta a España, reencuentros, abrazos, elección de plaza
(Digestivo en Guadalajara, no suena mal) y la perspectiva de una nueva aventura
en el horizonte. En esta ocasión un circuito por las capitales bálticas con mis
compañeros de carrera. Lo pasamos genial y no faltó a su cita la pequeña dosis
de emoción que supuso el incendio de nuestro albergue, aunque eso sí, esta vez
sin tener que lamentar víctimas. Fuimos como una familia, cada uno con
nuestras... cosillas.
Se acabaron las vacaciones y me incorporé al hospital. Comenzaba
mi vida laboral. Nuevas amistades y perspectivas, el mundo no dejaba de girar.
Sobreviví a la primera guardia. El canto de la cigarra me consolaba en mi
soledad veraniega mientras me entregaba a cuentos y fantasía que por desgracia
se quedaron solo en eso. Entonces Almuñecar y mis "compaes” llegaron al
rescate sacándome de mi pequeño letargo, el blog volvía con fuerza y yo no
paraba de sexitanear.
Pasaban los meses. Lo que en principio iba a ser un viaje de
andar por casa se convirtió por sorpresa en la continuación de mi enamoramiento asiático. La China
colonial, con Hong Kong a la cabeza, me esperaba. Cumplió todas las
expectativas e incluso nos dio más de lo que esperábamos. Si a todo le sumamos
un poco de calor en pleno otoño europeo creo que no se puede pedir más. Por
desgracia en la distancia una nueva desdicha se cruzaba con mi aventura, aunque
por suerte tuvo un final feliz.
Y ahora aquí me encuentro, soñando despierto a pocas horas
de acabar este año de contrastes, aventuras, familia y amigos, pues no
olvidemos que todo esto pierde su sentido si no tenemos con quién compartirlo. Por
eso quiero dar las gracias a todos los que han estado cerca de mí, tanto en los
momentos buenos como en los de flaqueza, a los lectores de este blog por ser
incentivo e inspiración de muchas líneas, a mis colegas del hospital por
enseñarme tantas y tantas cosas, a mis compañeros de viaje, en especial a José
y Samuel por atreverse a acompañarme hasta tan lejos y compartir momentos
únicos, a mis padres y hermano, por aguantarme durante el MIR y tantas otras
cosas, y sin los que nada merecería la pena.
Muchas gracias de todo corazón. Espero que en el año que se
avecina los sueños de todos se sigan cumpliendo y que podamos seguir
compartiendo esta amistad y ganas por vivir y viajar que nos guían.
Mis mejores deseos para 2012. ¡Besos y abrazos!
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