Me vienen a la cabeza bastantes historias y anécdotas que poder contar de esta aventura repescada, pero me fallaría a mi mismo si no empezara por rememorar y descubrir la ensoñación que guió mi alma desde el principio por los antiguos confines del Imperio Romano de Oriente.
Era consciente de que faltaba poco para encontrarme con ella. Acababa de despertarme tras una cabezada en el autobús en el que llevaba varias horas. Todavía el cielo clareaba algo cuando me despedí de los límites orientales mientras, en singular travesía sobre el Bósforo, occidente y la mítica Constantinopla se acercaban cada vez más. Desorientado, empecé a mirar en todas las direcciones habidas y por haber en su busca hasta que, de soslayo y sólo durante un instante, fui capaz de contemplarla. Mi corazón se llenó de júbilo y una mezcla de nerviosismo, prisa y excitación comenzó a dominarme. No pensaba en otra cosa que no fuese volver a verla esa misma noche.
Subido en el tranvía fui pasando junto a maravillas como el Gran Bazar, la Columna quemada de Constantino o la Mezquita Azul, que parecían una comitiva en mi marcha hacia el Cuerno de Oro. Bajamos unas cuantas calles y avanzamos por la espina de los restos del circo máximo mientras su cúpula se asomaba en la distancia. Cuando por fin la tuve delante me quede absorto. Únicamente el agua de la lluvia que resbalaba por mi cara me hizo reaccionar y caí rendido ante su belleza. No me extraña que Justiniano estuviese orgulloso de haber erigido la que sería durante un milenio (hasta que curiosamente Sevilla le quitara tal honor en 1520) la mayor catedral del mundo, Hagia Sophia.
Pese a que el primer edificio fue destruido en distintas revueltas, el actual, iniciado en el año 532, sigue en pie tras haber sobrevivido a terremotos, bárbaros, incendios, saqueos, cruzados, árabes, ocupaciones, guerras y cultos. Su nombre, traducido del griego (Ναός τῆς Ἁγίας τοῦ Θεοῦ Σοφίας), significa Iglesia de la Santa Sabiduría de Dios y su historia es paralela a la de Constantinopla y la actual Estambul. Durante siglos fue epicentro del patriarcado oriental de la iglesia Ortodoxa hasta que en 1453 los otomanos tomaron la ciudad y la convirtieron en mezquita, añadiendo los cuatro minaretes que el edificio, secularizado finalmente en 1931, luce actualmente. Es considerada uno de los mejores y máximos exponentes en la arquitectura Bizantina.
Esa noche me sentí privilegiado, dándole las gracias por haber soportado el paso del tiempo para permitirme contemplar aquello con lo que muchos soñaron y muy pocos lograron, Hagia Sophia, Sabiduría Santa.
Hagia Sophia y la mezquita Azul vistas desde la torre Gálata |
No hay comentarios :
Publicar un comentario