Camino, alma y espíritu

12 julio 2012

Antiguamente, cuando disponer de una montura era un privilegio reservado a unos pocos, caminar era la única forma de desplazarse por el mundo. Desde que el ser humano apareció sobre la faz de la tierra muchas han sido las motivaciones, pasando por la necesidad, el hambre, la conquista o la mera curiosidad. Con el tiempo se fueron creando vías de transito que, en Europa por lo menos, debemos agradecer en gran parte a nuestra patria madre, la vieja Roma y sus calzadas. Nacían míticas rutas intercontinentales, la fe se abría paso y el afán de progreso no encontraba fin.

En el camino de Santiago


Una de estas vías nació durante la Alta Edad Media, auspiciada por un descubrimiento que exaltó a toda la cristiandad con el mismísimo Carlomagno a la cabeza. El hallazgo de la tumba del apóstol Santiago en los confines de la Gallaecia supuso el comienzo de una de las principales rutas de peregrinación que ha perdurado hasta nuestros días, El Camino por excelencia. Desde el siglo IX en adelante la noticia se fue extendiendo, aumentando progresivamente la afluencia de creyentes de todas las clases sociales habidas y por haber. Los tramos se ramificaban, se engendraban leyendas y aumentaba el misticismo. El impulso definitivo se logró en los albores de la Reconquista, con la creación de la red de monasterios cluniacenses en el norte de la península, que ofrecían mesa y cobijo al viajero, y la elaboración del Códice Calixtino a posteriori para instruir y guiar al peregrino hacia Campus Stellae. 

A cada paso uno se va encontrando a sí mismo y, si lo desea, pone a prueba su fe, ya sea en busca del perdón de los pecados, prometido por la iglesia a los que culminen el camino, la reconciliación con el Cielo o el encuentro con Dios. Cada cual tiene sus motivos, todos ellos por lo general respetables. Además no debemos olvidar que no todo es espiritualidad, pues la socialización, integración y aventura cultural componen la otra cara, que no es adecuado perder de miras en toda esta historia.

Partiendo de O Cebreiro por la mañana


Mi Camino empezó hace cuatro años por estas fechas, en julio de 2008. Desde la capital leonesa hasta Santiago y desde allí en solitario hasta los confines del mundo marcados por Finisterre. Las opciones para empezar son múltiples. Yo escogí el Camino Francés, en teoría el más antiguo, pero cualquier otra alternativa es igual de buena.

Representó una de las grandes experiencias en mi vida y siempre la recordaré con enorme cariño. Es algo que hay que hacer al menos una vez en la vida. La satisfacción que se logra al completar cada etapa, las amistades que se forjan entre parajes que son toda una poesía de la natura, pensar sobre el discurrir de la vida. Todo eso y mucho más es lo que nos espera, aunque siempre depende de lo que cada uno vaya buscando. Y para terminar no olvidéis esto, dice que aquel que ha hecho el camino repite, aunque aún es pronto para mi. Espero que disfrutéis con esta introducción sobre este peculiar viaje del alma que ojala, si estáis interesados, pueda seguir narrando en adelante.

En el camino de Santiago


Cenando en el camino de Santiago


En el camino de Santiago


En el camino de Santiago


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