En las proximidades de la capital luxemburguesa se encuentran dos cementerios militares, uno americano, conocido como cementerio de Hamm (el segundo más grande fuera de EEUU por detrás del de Normandía), con más de cinco mil almas y otro alemán con el doble. Los cuerpos enterrados corresponden en su mayoría a los soldados caídos durante una de las ofensivas más duras del conflicto tras el desembarco, la Batalla de las Ardenas, que tuvo lugar en el duro invierno de finales de 1944 y principios de 1945 en la región del mismo nombre. De este episodio prefiero hablar en entradas venideras, pues hoy quiero recordar la paz y olvidar la guerra. Entre los yacentes destaca uno por encima del resto, no por mayor valor o entrega, que es similar a la de sus acompañantes, pero sí por nombre e importancia, el general supremo del tercer ejército estadounidense, George S. Patton. Falleció en acto de servicio por un accidente de coche en Alemania a finales de 1945, con la guerra ya terminada. Cumpliendo su deseo, fue enterrado junto a los hombres que habían caído luchando a su lado.
Al entrar en el americano encontramos un par de mapas
explicativos sobre la batalla y el avance de los aliados. Entre ellos un túmulo
con la figura de una dama representando la libertad alberga una pequeña
capilla. Giro y encaro el páramo verde moteado con miles de estacas marmóreas,
cruces en unas, estrellas en otras. Cojo aire hondo, se me eriza el vello,
reflexiono presto. Realmente es un remanso de paz, solo la naturaleza tiene
autoridad para alzar la voz. Camino junto a las tumbas, me pierdo entre ellas
buscando los restos de Patton hasta que logro encontrarlos, como no podía ser
de otra forma, a la cabeza de su ejército.
Con el sentimiento todavía a flor de piel subimos al coche y
guiados por varios letreros llegamos al alemán. La entrada y el conjunto son
bastante más sobrios. Superada la puerta de piedra un breve paseo por el bosque
conduce al corazón del campo santo. En este caso cada cruz lleva marcados los
nombres de cuatro soldados. Una de mayor tamaño las contempla a todas. La luz
se filtra entre los árboles que las resguardan y el silencio vuelve a ser
designio del lugar, recordando el horror pasado para evitar que se repita en el
mañana.
En la guerra no hay vencedores, solo vencidos.
Entrada al cementerio aleman en Luxemburgo |
Entrada al cementerio de Hamm |
Mausoleo del cementerio de Hamm |
De lo mejorcito que has escrito! Pilla inspiracion para el libro.
ResponderEliminarGlups, la carne de gallina.
ResponderEliminarSi, realmente impactante. Viendo las imágenes hasta sobran las palabras.
ResponderEliminarY Jose, gracias por tu comentario, que y los echaba en falta por aquí. A ver si me pongo, que desde que volvimos no lo he tocado...
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