Caminando por las calles y plazas de la ciudad de Estambul lo más probable es que la
vista se pierda entre la infinidad de minaretes, antiguos edificios, puestos de
todo tipo con los objetos y alimentos más variopintos o en el simple discurrir
de los atareados comerciantes turcos, e incluso en pleno cuerno de oro la
situación se complica todavía más, pues tendremos que elegir entre mirar hacía
la gloria de Hagia Sophia
o decantarnos por el arte de la mezquita
Azul. En todas estas situaciones hay un común que la mayoría pasará por
alto, el no preguntarnos que existe bajo nuestros pies, que puede llegar a ser
igual de maravilloso o incluso más que lo que está sobre ellos. Ejemplos de esto
son las ruinas del circo máximo o las viejas cisternas construidas por los bizantinos.
Hasta la llegada de los otomanos constituyo una de las
principales reservas de agua de la ciudad, e incluso al principio de su mandato
el “Yerebatan Sarayı” (en turco palacio sumergido) se siguió utilizando para abastecer
al palacio Topkapi. Sin embargo los
musulmanes preferían el agua en movimiento, por lo que a finales del siglo XV
cesó su uso oficialmente, cayendo paulatinamente en el olvido.
Durante años los relatos sobre pozos escondidos bajo las
casas se propagaron por Estaumbul, afirmando incluso que en las proximidades de
Hagia Sophia se podían sacar peces. Estas historias no tardaron en llegar a
oídos de los curiosos, en concreto del francés Petrus Gyllius, quién se atrevió
a introducirse en la famosa cavidad redescubriendo la cisterna. Pese a esto su
condición no mejoró, llegando a ser usada como basurero o incluso almacén,
hasta que con el paso de los siglos y tras varias reformas se decidió habilitar
para ser visitada inicialmente en barca, como podemos comprobar en la película
de James Bond “Desde Rusia con amor” (1963). Finalmente se optó por limpiarla
completamente (se extrajeron 50.000 toneladas de lodo) y se construyeron
pasarelas entre las columnas.
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Fotograma de la película "Desde Rusia con amor" |
Con la cabeza de medusa en mi primera visita a la gran cisterna |
La tenue luz rojiza que ilumina el interior de la cisterna Basílica nos invita a recorrer
cada uno de los rincones, perdiéndonos entre las milenarias columnas,
imaginando como fueron los tiempos de gloria de uno de los mayores imperios que
ha conocido la humanidad y cuyo legado ha conseguido perdurar hasta nuestros
días.
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