Aquellos que me conocen saben que mi afición por la cerveza
iguala casi a mi pasión por viajar. De hecho ambos conceptos suelen enlazar a
la perfección y alguna vez el tema ha pasado por estas líneas, como en el
pequeño reportaje que hice sobre las cervezas de Vietnam. En esta ocasión el enfoque es un poco diferente, pues creo que
gustará tanto a los aficionados al “zumo” de cebada, como a los menos
entusiastas.
Aprovechando nuestra visita a la ciudad de Sapporo, hogar de una de las marcas de
cerveza japonesa más conocidas internacionalmente, no podíamos dejar pasar la oportunidad
de visitar el museo dedicado a la misma, ubicado en una antigua cervecería de
finales del siglo XIX. En su interior se recoge la historia de la cerveza en
Japón así como su proceso de fabricación y los cambios que han tenido lugar
desde que comenzó la producción.
Ya solo por ver el edificio merece la pena acercarse.
Inicialmente fue construido por la compañía azucarera de Sapporo en 1890, donde
refinaban azúcar a partir de remolacha. Tras la primera guerra chino-japonesa en 1895 la popularidad de las
fábricas taiwanesas aumentó y el valor de la empresa comenzó a decaer, hasta
que finalmente en 1903 vendieron la propiedad a la compañía cervecera.
En lo que respecta a la historia de la cerveza, a nivel
nacional ya se conocía desde el siglo XVII, introducida por los comerciantes
holandeses que residían en Nagasaki. Sin embargo, su producción no llegó a Hokkaido hasta comienzos de la era Meiji, con la apertura del país a
los extranjeros, siendo los americanos los pioneros, aunque su objetivo
principal en un primer momento fue desarrollar el cultivo de la remolacha. La
marca Sapporo se creó en 1876 como parte de los planes del gobierno para el desarrollo
de la región.
Dentro del museo de
cerveza Sapporo encontramos múltiples elementos relacionados con la marca
desde sus comienzos, incluyendo carteles tallados en madera que lucían a la
entrada de las viejas tabernas, botellas y otros recipientes y embalajes que se
remontan a tiempos de la Segunda Guerra Mundial, así como anuncios de lo más
diverso, haciendo alusión algunos a la promoción en distintos países incluida
España.
Una vez cumplido el recorrido tenemos la opción de
culminarlo por todo lo alto y completar la paleta de sentidos probando algunas
de las cervezas de la marca. Por un precio más que asequible (especialmente si
tenemos en cuenta que la entrada al museo es gratuita) podemos optar por una
cata que incluye un trio de espumosas seleccionadas. En nuestro caso, tras
varios tragos y algo más felices y “animados” que cuando comenzamos la visita,
nos despedimos con un brindis por Sapporo
con su líquido elemento.
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