Esta es una de las entradas que más ganas tenía de escribir
sobre aquel maravilloso viaje hacia el sudeste asiático que realizamos en 2012. Habíamos comenzado a
recorrer el río Mekong por la región del delta (ubicado en Vietnam y
antiguamente conocida como la Cochinchina bajo el periodo de ocupación francés),
donde tras atravesar un total de seis países sus aguas cargadas de sedimentos
desembocan en el mar de China Meridional, creando un microambiente que ha
favorecido el desarrollo de gran biodiversidad. A lo largo de los siglos
distintas civilizaciones se fueron asentando en estas zonas, fundando
poblaciones en los márgenes que vivían de la pesca y la agricultura,
utilizándolas fundamentalmente con fines comerciales.
Tras haber recorrido los canales, visitado los templos y
ciudades más representativos, y habiendo disfrutado de los mercados flotantes,
nuestro objetivo más inmediato era seguir remontando el río hasta alcanzar el Reino de Camboya. La jornada comenzó en
Chau Doc, la principal población más
próxima a la frontera, serpenteando por sus calles a lomos de una bici taxi
cuyo conductor se manejaba con soltura entre la marea de motocicletas que nos
rodeaba, dirigiéndonos hacia el puerto fluvial, donde esperaba la embarcación
que debía llevarnos hasta el vecino país. A esas horas de la mañana el río era
un hervidero de pequeños botes de madera, cuyos remeros, bien ataviados con el sombrero vietnamita tradicional (Non La), transportan sin descanso a personas y
mercancías de una a otra orilla.
Poco después de salir del puerto llegamos a la zona de mayor
amplitud del delta. Las casas de chapa y juncos se sucedían a ambos lados, con
los pescadores faenando en las proximidades. Los más afortunados contaban con
pequeños motores, mientras que el resto se tenía que conformar con demostrar
sus aptitudes con la vara. El día está tranquilo, con los rayos de sol
atravesando las finas nubes y resaltando los tonos marronáceos que arrastran
las aguas.
No tardamos en alcanzar el puesto fronterizo de Vietnam, donde el trámite burocrático lleva
poco tiempo. Volvemos al barco y unos metros más adelante nos detenemos en el
de Camboya, bastante más rudimentario. Nuestro capitán entrega los papeles y el
dinero que habíamos preparado por el camino. Ahora solo queda esperar, aunque los
oficiales parecen más preocupados por leer el periódico o echar una cabezada.
Para abstraernos de este trance administrativo decidimos hacer tiempo dando una
vuelta por el recinto, empezando a notar algunas diferencias tanto en la
escritura como en la arquitectura respecto a la vecina Vietnam.
Cuando al fin está arreglada toda la documentación y con
nuestros correspondientes visados continuamos remontando el rio en dirección a Phnom Penh, la capital camboyana.
Salgo a la proa y empiezo a observar mientras el viento me
golpea en el rostro. Los bueyes pastan apaciblemente, ajenos a nuestro paso,
mientras en la lejanía, por encima de los palmerales, aparecen los primeros
templos con sus tejados puntiagudos. La famosa canción de los “Doors” con la
que abre la película “Apocalipse Now”
comienza a sonar en mi cabeza, mezclando en cierta manera presente y pasado
mientras imagino la crudeza de la guerra que condenó al país a una época de muerte y oscuridad, tan diferente de lo que tengo ahora ante mí.
En la distancia comienza a perfilarse al fin nuestro
destino, con el Palacio Real a la cabeza destacando por encima del resto de
edificaciones. Aquí termina nuestro remontar
del Mekong desde Vietnam hacía Camboya, una experiencia en la que hemos atesorado
bellas imágenes y sensaciones de lo más dispares. Sonreímos ante la perspectiva
de lo que nos queda por delante, pensando en todas las aventuras y tesoros
culturales que nos aguardan en este lugar.
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Palacio Real de Phnom penh |
Amanece en Chau Doc |
Casas de Pesacadores a orillas del Mekong en Vietnam |
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Entrada al puesto fronterizo de Camboya en el Mekong |
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Templo en el puesto fronterizo de Camboya en el Mekong |
La vida a orillas del Mekong en Camboya |
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