Aún era de noche cuando aterrizamos en Lima, aunque el cielo comenzó a aclararse mientras pasábamos por
los acantilados que dan a la costa a la altura del distrito de Miraflores. Ya
en nuestro alojamiento descansamos un poco y aguardamos pacientemente a que la
luz inundase por completo las calles de la ciudad mientras esta se desperezaba.
Nos decidimos a dar un paseo por los parques de la zona, disfrutando de
magníficas vistas hacia el Pacífico y empapándonos de la vida local, a la vez
que hacíamos tiempo hasta la apertura del sitio arqueológico de Huaca Pucllana, que nos serviría como
punto de partida para conocer la historia de la urbe.
Durante la visita guiada (como muchas de las que se realizan
en Lima) se recorren los puntos principales y se detalla el desarrollo humano y
arquitectónico del lugar. Los orígenes de estas ruinas se remontan al periodo
de la cultura Lima (200 –
700 d.C.), habiéndose establecido en esta zona alrededor del siglo IV. La gran
pirámide y las numerosas plazas nos indican la finalidad ceremonial del lugar,
dedicado principalmente a adorar la vida marina. Esto queda reflejado en las
cerámicas que se han encontrado, en las que las olas y los tiburones tienen
especial protagonismo.
Ejemplo de fabricación de adobes. A la izquierda la terraza del famoso restaurante de las ruinas. |
Al adentrarnos en Huaca
Pucllana lo primero que nos llama la atención son sus muros, construidos
con ladrillos de adobe o “adobitos” que bien nos pueden recordar a una librería
con sus volúmenes apoyándose unos con otros. Parece ser que el fin de esta
técnica era proteger los edificios frente a los frecuentes seísmos que se
producían en la región, objetivo que viendo lo que tenemos ante nuestros ojos
lograron a la perfección.
Por otra parte es curiosa la disposición tan irregular tanto
en forma como en niveles que guarda la pirámide,
aunque de nuevo tenemos una explicación. Cada cierto número de años se llevaba
a cabo un ritual que consistía en
remodelar el edificio añadiendo nuevas construcciones por encima de las
existentes. En el proceso se realizaban sacrificios humanos (se han encontrado
restos de mujeres jóvenes en medio de los rellenos), se rompían vasijas y se
celebraban banquetes en los que predominaban los alimentos marinos.
Su uso se mantuvo hasta la llegada del Imperio Wari
finales del siglo VII, que absorbió a la cultura Lima e introdujo importantes
cambios culturales y religiosos, pasando el lugar de tener un fin ritual a
servir como cementerio de las clases pudientes. En los niveles superiores se
han hallado varios fardos funerarios, algunos intactos, conservando el ajuar
con el que fueron enterrados.
Esta práctica se mantuvo hasta finales del primer mileno,
cuando esta civilización empezó a decaer y el sitio fue abandonado y olvidado
durante más de tres siglos, hasta que las clases más humildes de los Ychsma (procedentes de Pachacamac) ocuparon las ruinas. Junto
a ellas fundaron varias viviendas y realizaron remodelaciones algo “chapuceras”
si se comparan con el estilo original.
Tras la llegada de los españoles y la caída del Imperio Inca
el complejo quedó en desuso de forma definitiva, encargándose la tierra de
cubrir las ruinas, borrándolo de la memoria colectiva y despojándolo de la
importancia que tuvo en otra época. Como un fantasma del pasado esta
polvorienta colina se mantuvo como un elemento más de Lima hasta mediados del
siglo XX, cuando el crecimiento de la urbe junto con la poca importancia que se
le concedía a este lugar acabaron por condenarlo. Incluso durante un tiempo se
utilizó como circuito de motos; toda una aberración. Por suerte algunas décadas
después al fin la consciencia tomó la palabra y se iniciaron las labores de
investigación y conservación que se mantienen hasta hoy día, pues más de la
mitad de la gran pirámide está aún por excavar.
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Vista aérea de Huaca Pucllana en la que se aprecia la zona sin excavar |
Actualmente dentro del complejo se han intentado recrear la
fauna y flora del lugar de la forma más fidedigna posible, encontrando un
pequeño huerto en el que se cultivan las plantas, verduras y tubérculos que
alimentaron a estas sociedades en el pasado, junto con un diminuto zoológico en
el que los cuys y las llamas son los protagonistas, sin
olvidar al amigable perro peruano
que luce su piel (literalmente pues no tienen pelo) por el lugar.
Recorrer las ruinas de Huaca
Pucllana supone una inmersión absoluta en la cultura e historia de esta
zona de Perú, siendo su visita altamente recomendable, pues además se tienen
unas vistas muy interesantes desde la cima de la pirámide. Incluso simplemente
se puede disfrutar de ellas desde el afamado restaurante del complejo mientras
tomamos algo. Si queréis disponer de más información os dejo con la página oficial del sitio arqueológico.
Vistas desde la gran pirámide |
En nuestro caso podríamos decir que nuestro viaje comenzó y
terminó en este lugar, dado que la última noche que estuvimos en el país
discurrió degustando las delicias de la cocina peruana mientras contemplábamos
sus ruinas iluminadas en mitad de la noche, dejando que nos inspirasen en el
ejercicio de recordar y comentar todas las maravillas que habíamos visto y
vivido a lo largo de los pasados días en un lugar llamado Perú.
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